Por Valeria Torres, Psicóloga Corporativa
Para muchos ejecutivos, el agotamiento se ha convertido en una etiqueta conveniente para describir el cansancio extremo. Pero, ¿y si lo que sientes no es agotamiento? ¿Y si en realidad es sobreestimulación, la señal de advertencia de tu cerebro cuando procesa más de lo que puede manejar?
En el mundo corporativo hiperconectado de hoy, el cerebro humano rara vez descansa. Notificaciones, reuniones, decisiones y evaluaciones se acumulan como pestañas abiertas que nunca se cierran. El resultado no es solo fatiga; es una sobrecarga cognitiva disfrazada de compromiso.
Un estudio de McKinsey de 2024 reveló que el 64% de los ejecutivos reportan síntomas de agotamiento, aunque más de la mitad continúa desempeñándose a altos niveles. Este aparente contraste sugiere algo más profundo: muchos líderes no están realmente agotados, están sobreestimulados. Sus sistemas nerviosos permanecen en modo de alerta constante, anticipando la próxima demanda, el siguiente desafío o cualquier posible amenaza a su reputación o desempeño.
La biología de la sobreestimulación
Desde la neurociencia, la sobreestimulación activa los mismos circuitos que el estrés crónico. El cortisol y la adrenalina aumentan, la atención se estrecha y la regulación emocional se debilita. Este estado puede impulsar la productividad a corto plazo, pero deteriora la claridad mental y la empatía a largo plazo, dos capacidades esenciales para un liderazgo sostenible.
Una investigación del Centro de Compasión y Altruismo de la Universidad de Stanford (2023) encontró que los ejecutivos sometidos a estimulación sensorial y cognitiva crónica muestran una disminución del 27% en empatía y precisión interpersonal. En otras palabras, cuando el sistema nervioso está saturado, se pierde la capacidad de conectar genuinamente.
Cuando el alto rendimiento se convierte en hipervigilancia
Muchos líderes de alto rendimiento confunden la hipervigilancia con el enfoque. Creen que mantenerse “encendidos” equivale a ser más eficaces. Pero el cerebro sobreestimulado no se enfoca, se obsesiona. Prioriza la urgencia sobre la estrategia, el ruido sobre el matiz.
Esto explica por qué tantos ejecutivos describen sentirse “alertas pero agotados”: lúcidos pero con la mente nublada, motivados pero emocionalmente distantes. El cerebro sigue funcionando, pero el sistema debajo de él está exhausto.
Un análisis de Harvard Business Review (2023) observó que los líderes en estados de rendimiento constante toman un 19% más de decisiones reactivas y un 23% menos de decisiones estratégicas. Su ancho de banda mental se consume resolviendo lo inmediato en lugar de diseñar el futuro.
Recalibrar el sistema nervioso ejecutivo
La solución no es abandonar la ambición, sino rediseñar el sistema interno. Como psicóloga corporativa, he visto que un desempeño sostenible requiere tanto recuperación neurológica como impulso profesional.
Aquí tres estrategias basadas en evidencia para recalibrar la mente sobreestimulada:
• Micro-rituales de recuperación: Pausas breves e intencionales —respirar, caminar, cambiar de entorno— que reinician el sistema nervioso y restauran la concentración.
• Límites sensoriales: Reducir los estímulos digitales (notificaciones, correos, multitareas) aunque sea un 20% disminuye la carga cognitiva y mejora el equilibrio emocional.
• Reconexión en lugar de reacción: Fomentar la conexión humana —reflexión en equipo, mentorías, vulnerabilidad compartida— restaura la empatía y reduce las hormonas del estrés.
Estas no son prácticas de bienestar “extra”; son inversiones estratégicas en sostenibilidad cognitiva. Porque la sobreestimulación no solo agota: estrecha la visión, reduce la creatividad y fragmenta el pensamiento estratégico.
Reflexión final
No estás fallando porque estás cansado. Estás cansado porque tu cerebro no ha tenido silencio en meses. La mente ejecutiva no fue diseñada para la aceleración constante, sino para el ritmo: intensidad seguida de recuperación consciente.
El liderazgo no es el arte del movimiento perpetuo. Es la disciplina de saber cuándo detenerse.
Si esta reflexión resonó contigo, te invito a leer Lo que el TEPT me enseñó sobre el poder, el control y la resiliencia en los negocios, donde exploro cómo el impulso de control puede transformarse en conciencia y cómo la resiliencia se construye no desde la resistencia, sino desde la integración.