Por Valeria Torres, Psicóloga Corporativa
Durante años, las siglas TEPT se escuchaban en susurros dentro de los espacios clínicos, asociadas casi siempre con veteranos de guerra o sobrevivientes de trauma. Rara vez se vinculaban con salas de juntas, oficinas ejecutivas o los pasillos del poder corporativo. Y, sin embargo, aquí estoy: llevando esa etiqueta y descubriendo que no solo ha marcado mi viaje personal, sino también mi mirada como psicóloga que trabaja con líderes.
Cuando la gente escucha “TEPT”, suele pensar en fragilidad. Lo que no ven es que vivir con ello también puede cultivar una capacidad aguda de conciencia, resiliencia y adaptabilidad. Son cualidades que los ejecutivos—frente a presiones constantes e incertidumbre—necesitan con urgencia.
El trauma reconfigura el sistema nervioso. Entrena al cerebro para detectar riesgos, anticipar desafíos y sobrevivir bajo presión. Aunque esa hipervigilancia puede resultar agotadora en la vida diaria, en el liderazgo a menudo se traduce en:
Mayor conciencia situacional: notar dinámicas que otros pasan por alto
Empatía más afinada: reconocer señales de malestar en los equipos con rapidez
Resolución adaptativa de problemas: navegar crisis con calma inusual
Un estudio de 2022 publicado en Frontiers in Psychology mostró que los líderes con experiencias de adversidad presentan mayor inteligencia emocional y niveles más altos de resiliencia que aquellos sin historias similares. El trauma, cuando se procesa e integra, no solo rompe: también construye.
Por supuesto, el TEPT no es un “superpoder” por sí mismo. Si no se atiende, puede desgastar el enfoque, la confianza y la toma de decisiones. Los recuerdos intrusivos, las conductas de evitación y las respuestas de estrés intensas pueden convertirse en puntos ciegos para líderes que avanzan sin reconocer sus propias necesidades.
Aquí es donde la psicología corporativa cobra relevancia. Al adaptar prácticas informadas en trauma al contexto de liderazgo, podemos enseñar a los ejecutivos a:
Identificar los detonantes del estrés antes de que escalen
Usar técnicas de regulación para resetearse bajo presión
Convertir la sensibilidad en una visión estratégica en lugar de miedo
Los ejecutivos a menudo confunden control con fortaleza. Pero los líderes que realmente prosperan no son los que reprimen sus luchas, sino quienes logran integrarlas. Entienden que sus narrativas personales, incluso las más dolorosas, no son un lastre, sino cimientos de autenticidad.
Un informe de Deloitte (2021) reveló que el 84% de los empleados valora a los líderes que muestran vulnerabilidad y humanidad. Los ejecutivos que reconocen sus cicatrices—sin dejar que los definan—construyen culturas más seguras, conectadas y comprometidas.
Para mí, el TEPT no es una debilidad que escondo tras puertas cerradas. Es parte del lente con el que observo el liderazgo y el comportamiento humano. Ha agudizado mi capacidad de sostener la incomodidad, de captar matices en el estrés ejecutivo y de ayudar a los líderes a poner en palabras experiencias que no sabían cómo nombrar.
La verdad es que los ejecutivos no necesitan perfección. Necesitan una armadura psicológica fuerte pero flexible. Necesitan líderes—ya sea en el espejo o al otro lado de la mesa—que comprendan que la resiliencia no se trata de nunca quebrarse, sino de cómo nos reconstruimos.
¿Qué pasaría si aquello que intentamos esconder—las etiquetas, las luchas, las batallas privadas—fuera justamente lo que nos hace más fuertes como líderes? Mi TEPT me ha enseñado que el silencio no protege a nadie. Al traer estas conversaciones a la luz, hacemos más seguro que otros también puedan reclamar sus historias.
Y esa es la verdadera ventaja en el liderazgo: no la ausencia de cicatrices, sino el coraje de liderar con ellas.
Si este tema resuena contigo, te invito a leer también otro de mis artículos: Agotamiento, Resiliencia y el Juego de Altas Apuestas. Porque la resiliencia no se construye en aislamiento: se forja en el cruce entre nuestras luchas y nuestras fortalezas.
Comparte este artículo con alguien que lo necesite. Porque liderar no se trata de cargar con todo en soledad, sino de construir una cultura donde la honestidad y la fortaleza coexistan, y donde cada desafío se convierta en una puerta hacia una conexión más profunda.