Por Valeria Torres, Psicóloga Corporativa
No te enseñan esto en la escuela de negocios. No hay manual que prepare a los líderes para esa sensación de estar siempre en tensión, incluso después de un día de 14 horas, cuando sigues repasando conversaciones con tu equipo en la cabeza. No te dicen que el éxito a veces se siente menos como ganar y más como intentar constantemente no perder.
Conozco a ejecutivos que viajan de un continente a otro, lideran reuniones virtuales a medianoche y firman contratos que impactan a miles de personas. Por fuera, impecables; por dentro, luchando con el agotamiento silencioso que nadie admite.
El agotamiento no es simplemente cansancio. Es la lenta erosión de la motivación, la pérdida de claridad y, eventualmente, el colapso del sistema que una vez te hizo prosperar.
La Organización Mundial de la Salud define el agotamiento como un síndrome resultante del estrés laboral crónico no gestionado. Pero en la alta dirección, esta definición no captura la magnitud de lo que se vive:
Cada error tiene magnitud: una decisión equivocada puede repercutir en industrias enteras.
La visibilidad nunca disminuye: tus decisiones son observadas por inversionistas, juntas directivas, empleados y medios.
La soledad aumenta: cuanto más subes, menos pares verdaderos tienes.
Recuerdo a una CEO que gestionaba equipos en cuatro continentes. Por fuera, impecable: tomaba decisiones estratégicas, lideraba juntas, inspiraba. Por dentro, se sentía completamente sola. Según una encuesta de Deloitte de 2023, casi el 70% de los ejecutivos consideraron dejar sus cargos en el último año para proteger su salud mental. McKinsey añade otra capa: los líderes que experimentan estrés sostenido son 40% más propensos a ver disminuciones en la toma de decisiones, la innovación y la empatía.
Este es el agotamiento en su forma más alta: cuando las demandas del liderazgo erosionan las cualidades que te hicieron llegar allí.
A menudo glorificamos la resiliencia como seguir adelante a cualquier costo. Pero la resiliencia no es resistir sin descanso. La verdadera resiliencia es recuperación.
Es la disciplina silenciosa de saber cuándo detenerse. Es el valor de descansar cuando la narrativa te dice que sigas adelante. Es la humildad de pedir apoyo antes de que las cosas se desmoronen.
Conozco a un director financiero que supervisaba presupuestos millonarios. Su talento y capacidad de análisis eran impresionantes, pero dormía solo unas pocas horas y vivía en constante alerta. Hasta que aprendió a crear un sistema de apoyo: sesiones de coaching, descanso estructurado, y círculos de pares con quienes podía hablar honestamente. La transformación fue profunda: más claridad, mejores decisiones y un equipo más motivado a su alrededor.
Los ejecutivos que construyen carreras sostenibles no son necesariamente los más duros. Son aquellos que diseñan sistemas de recuperación con la misma intención con la que diseñan estrategias de crecimiento:
Tiempo de descanso estructurado: tratar el descanso con la misma gravedad que una reunión de directorio.
Círculos de pares: espacios donde se pueda ser sincero y vulnerable sin miedo a perder autoridad.
Entrenamiento mental: journaling, coaching y mindfulness que agudizan la claridad bajo presión.
Apoyo profesional: reconocer que la terapia o el coaching no es debilidad, es apalancamiento.
Una vez trabajé con un CEO que parecía tenerlo todo bajo control: decisiones precisas, resultados visibles, reconocimiento constante. Pero su interior estaba lleno de ansiedad silenciosa. Cada error, por pequeño que fuera, se sentía como un colapso inminente. Cuando implementamos rutinas de reflexión, pausas estratégicas y espacios seguros para compartir sus dudas, empezó a notar un cambio tangible: más energía, mejor enfoque y, sobre todo, más conexión con su equipo.
El liderazgo en la cima es una paradoja. Las mismas cualidades que te llevaron allí—perfeccionismo, resistencia, impulso implacable—pueden transformarse silenciosamente en responsabilidades insostenibles.
Si no se gestionan, esas fortalezas se convierten en patrones poco sostenibles:
Trabajar más cuando deberías delegar.
Decir “sí” cuando tu agenda ya está al límite.
Confundir el movimiento constante con progreso real.
Pero la resiliencia cambia las reglas. Los líderes que integran la recuperación en su ritmo no solo sobreviven, sino que lideran con más claridad, empatía y visión estratégica. La resiliencia, combinada con entrenamiento mental, se convierte en una ventaja competitiva real.
Si quieres profundizar en cómo fortalecer la mente ejecutiva puede transformar el rendimiento, te invito a leer Más allá de la estrategia: por qué la salud mental es la ventaja ejecutiva.
Construir liderazgo sostenible no significa cargar con todo; significa crear sistemas internos que te permitan liderar bien, de manera consciente, y sin perder tu humanidad en el camino.